Una felicidad inesperada me visita

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Nombre: Una felicidad inesperada me visita
Ubicación: Chile

10/10/2006

Rocío caminó, lo hizo por largo rato, pensaba en lo importante que había sido para ella Franco. La pillo el último grito del sol por la playa y decidió parar para observarlo. Lo disfruto e incluso más que cuando lo veía con él. No quería pensar en lo que sería de aquel hombre, de aquel amor, aunque en realidad se lo imaginaba, pero ahora se venían otras cosas, el viaje a España, el postgrado, la nueva vida. Era ya tarde y decidió partir, caminó hacia su auto y vio a un hombre que la miraba de una manera especial, trato de evitar seguirlo en aquella intimidad y se preocupo de una falsa molestia en su zapato, ella sintió que este hombre se le acercaba, quería llegar luego a auto pero fue abordada por aquel.

-¿Tienes fuego?- preguntó con una voz suave pero decidida. Ella asintió sin siquiera producir ninguna palabra. Él trataba de buscar su mirada, pero ella no la entregaba, y es que tenía miedo y no de él sino de ella misma, de lo que estaba sintiendo. Sacó un encendedor y se lo pasó, él, mientras encendía un cigarrillo le preguntó su nombre.

-Rocío, Rocío Albornoz- contestó entregada a la idea de dejarse llevar por el inminente cambio de giro a cinco horas de finalizar el día más melancólico que había tenido en años.

-Rocío, lo conozco bien… En las mañanas, temprano aquí mismo se ve, se siente y me fascina. Aunque también lo he sentido en las montañas, en los sueños y en tu mirada…-

Le entregó su encendedor y toco su mano, ella lo miró fijo a los ojos y se alejó, él se lo permitió, mientras aspiraba el humo de su tabaco viejo. Ella sentía lo que dejaba y el dejaba lo que sentía. Rocío subió a su auto y partió.

10/03/2006

… Aquel día, miraba desde arriba del socavón, claro que solo un negro, solo una oscuridad. Me aleje corriendo rápidamente, aunque conservaba celosamente el recuerdo en mi cabeza. Llegue a casa y ya era tarde, me recosté en mi cama pensando solo en ella y en aquel agujero negro, imperceptible es su ambición, todo lo que ahí cae se pierde, no se vuelve a ver más.
Soñaba que caía ahí por largas semanas, y alguien me arrojaba comida, yo desde la profundidad solo podía ver un a cabellera larga, una sombra delicada, y en oportunidades del sol una imagen que no reconocía, despertaba afligido pero interesado.

Temprano emprendí mi vuelo a Buenos Aires, llegue al hotel y ahí en plasma del televisor la noticia de un hombre que cayó en una abertura de la tierra hace dos días y que bomberos aun no ha podido rescatarlo, quede impresionado, apague el televisor y salí del cuarto al bar. Pedí un agua, cuando ella se acerco, Verónica, recuerdo bien su nombre, y me converso acerca del arte y la cultura de aquella ciudad, que me importaba a mi, yo solo firmaría algunos libros y me iría, pero ella insistía, parece que no sabía quien era yo, bebía un trago de aroma especial, aparentemente era Frangelicco, y fue ahí cuando dejo caer su lápiz intencionalmente, yo lo recogí y desde abajo mire su rostro y era ella, la del sueño, la que arrojaba comida al socavón, me levante y me fuí veloz en medio de su risa , que ha esta altura ya parecía terrorífica, corrí hasta el cuarto entré y cerré los ojos, para terminar con todo y mi sorpresa fue cuando los abrí, estaba todo negro, la habitación estaba todo negro, y en una esquina del alto techo había dibujado un ovalo de color blanco, pequeño, representaba la altura en que se encontraba, me imagino; abrí la puerta, empuje al botones, corrí nuevamente y tome el primer taxi al aeropuerto, al otro día ya estaba en casa, tome un café y un cigarrillo, escribí una historia, fui al socavón, lo contemple y salté.