Una felicidad inesperada me visita

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Nombre: Una felicidad inesperada me visita
Ubicación: Chile

11/27/2007

Cristina Rosenvinge
Lo siento
Esta noche he visto tu cara en televisión
hay soldados que no encuentran nunca el camino a casa
he cambiado el canal y te has ido de mi habitación
no puedo entender que demonios te pasa
Soy yo yéndome otra vez
soy yo lo hago sin querer,
lo hago sin querer
lo siento
La gente en la calle parece saber donde va
compran coches y hablan del tiempo
a mi no me importa que hacías para olvidar
detrás de la puerta del baño diciendo
Soy yo yéndome otra vez
soy yo lo hago sin querer,
lo hago sin querer
lo siento
Estoy tan cansada
como tú pienso en no sentir desaparecer
soy yo y no lo quiero ver
Soy yo yéndome otra vez
soy yo lo hago sin querer
lo siento,
Uuuuuuuuuuuuhhhhhh, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento.

11/17/2007

La leyenda de los Dinka

Aquel día, Dinka sintió deseos de huir de aquel calor fatal a refrescarse a la orilla del Nilo Blanco, en un afluente con cascada a ocho kilómetros de su aldea, un lugar precioso y solitario al que esta joven frecuentaba cuando quería estar sola o llorar. Al llegar, ella descansó de su caminata bajo unos árboles muy frondosos y verdes, decidiendo al poco rato desnudarse para entrar al agua, con su cabellera larga comenzó a moverse valerosamente entre las aguas, se sentía libre y feliz cuando nadaba, de lejos podía observar leones que le miraban con respeto y cariño. Transcurridas unas horas noto que un joven con un turbante y barba la observaba a lo lejos, se asustó mucho y decidió salir del agua velozmente y entre sus mantos, cueros de cabra con que se vestía, encontró una flor, una Bauhinia, también conocida como orquídea, era preciosa y era la primera vez que a Dinka le regalaban una flor. Miró nuevamente a aquel joven y él la saludo y se marchó. La muchacha guardo su flor después de contemplarla largo rato en una cajita de madera revestida en cuero que ocultaba en los nudos de un hermoso árbol de su refugio natural y volvió a su aldea.
Era la rutina nuevamente, pero las realizaba de manera distinta no dejaba de pensar en aquel joven, de inmediato sintió algo especial por él. Era tiempo de cosecha y el trabajo era duro y el temor a los enfrentamientos con otras culturas era cada vez mayor. Unos días después, dinka partió nuevamente a su lugar especial, lo hizo con la esperanza de encontrar a ese joven que había tenido tan lindo gesto con ella y quería agradecerle, no temía, ella, sospechaba que quizás sería de etiopia, pero solo la idea de verlo no la dejaba pensar con claridad. Cuando ya estaba ahí, en su árbol sintió una voz: - Tardaste tanto- Se volteó sorprendida, - Hola…- Dijo casi deshaciéndose en sensaciones, como si no pudiese contener sus pies y caer. Él le dió su mano y de un fuerte tirón la subió en su caballo. – ¿Dónde vamos?- preguntó tímida Dinka, -Al fin del mundo dijo él-. Recorrieron durante todo el día los alrededores del sector, bañándose en cada lugar en el que se les antojase, corriendo entre los bosques y jugando en la sabana. -¿Quieres conocer donde vivo?- Preguntó él- ¡Si! Sería hermoso- Se oyó a la brevedad, montaron su caballo y la llevo a la parte alta de la montaña, él se detuvo y ella bajo sorprendida- ¡¡¡Desde aquí se ve todo!!! Es impresionante, ¿Y dónde están los demás?- pregunto curiosamente - Vivo aquí solo desde pequeño - mientras se disponía a preparar el fuego, - Tengo tanta hambre que me comería un jabalí entero -­­ dijo él restándole importancia al asunto. Dinka estaba fascinada por el lugar, corría de un lugar a otro impresionándose de cada cosa. Él Hirvió agua y preparó una infusión, que posteriormente encontraría muy sabrosa, con algunos trozos de carne asada. Ya con el ocaso conversaron y se rieron juntos hasta el anochecer. Aquel joven la contemplo durante largo rato después que ella se durmió.
-¡¡Por Nyalitch!! ¡¡¡Debo regresar a la aldea!!!- Despertó de un salto la joven, y busco a aquel hombre con el que había estado tanto tiempo y advirtió que aún no sabia su nombre, tomó su caballo y partió hasta la aldea, dejo al animal en las cercanías amarrado y llego a pies. Todos la miraban fijamente sin decir nada, subió hasta llegar a su casa y su padre la golpeó hasta dejarla inconciente, ella había ofendido a su familia y a sus antepasados, la habían visto con un Anuak, antigua cultura con la que se había enfrentado sangrientamente su pueblo, los rumores no tardaron en llegar. Ella era una maldita, según su familia.
Cuando el joven llegó no encontró a Dinka, sólo una rama finamente tallada por ella misma con la que afirmaba su extraño cabello largo, ya que se usaba el pelo rapado teñido rojo con orina de vaca, ella lo tenía natural. Él muy paciente comió algo cuando llegó un grupo de hombres que lo atacaron violentamente hasta matarlo y colgarlo en su morada. Había sido la gente de la aldea de Dinka quienes le dieron muerte, destruyendo todo el lugar.
Dinka despertó, y estaba su padre frente a ella, mirándola con desprecio y frente a él, en el suelo, su rama tallada envuelta en sangre, Dinka se levantó rápidamente y corrió sin descanso hasta donde había dejado el caballo. Lo monto y galopo hasta llegar donde su joven y ahí encontró la escena más horrorosa de su vida. Corrió hasta donde estaba él, y lo besó, pero ya estaba muerto. Dinka sintió como su corazón se lleno de rabia y rencor que el viento soplo tan fuerte que volaban las cosas y el caballo escapo muy asustado, la ira de Dinka apelo al respeto que le tenían los animales salvajes desde pequeña y grito sulfurada invocando a todos los tigres quienes comenzaron a rugir enrarecidos, violentos y agresivos, desde las alturas junto al cadáver del joven mando a los tigres a asesinar a toda su aldea y a quienes estuvieran a su paso, creando un derramen de sangre fatal para su cultura, quienes lograron escapar reconocían la furia de Dinka en los animales y juraron lealtad a ella nombrándose desde ese momento los Dinka.
Ella, lloró largas horas y enterró el cuerpo en aquel árbol donde guardaba su cajita de madera, luego se desnudo para nadar y confundir sus lagrimas en el Nilo Blanco, cuando notó una marca en su tobillo izquierdo. Eran unas letras en árabe.
ديفيد
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