Una felicidad inesperada me visita

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Nombre: Una felicidad inesperada me visita
Ubicación: Chile

5/04/2011

SINCRONÍA



-No lo hagas Cristina, ¡no lo hagas!- Dijo el mendigo con el rostro atemorizado y se abalanzó sobre ella. La tomó de los hombros, la miró a los ojos y se lo repitió, está vez con más calma. Ella se asustó, trato de zafarse pero él insistía y la zamarreaba. Cristina gritó por ayuda, en el instante otras personas que observaban se abalanzaron contra el hombre y lo golpearon.
 – Estoy bien-  decía, mientras trataba de entender la situación y se acomodaba la blusa. - Debe estar borracho, gracias, lo lamento.- dijo y se alejó presurosa sin entender.
El resto del día fue tranquilo, las notas para la revista habían sido aprobadas por el departamento de redacción y hasta recibió felicitaciones por el artículo gastronómico de la semana. En casa no quiso comentar lo sucedido, al final no tenía mayor importancia.
-¿Sabes? El viernes debo dictar una charla en la Universidad Nacional de Mar del Plata, ha resultado un éxito la ejecución del proyecto de emprendedores y quieren que exponga allá- comentó Antonio, su esposo,  mientras cenaban junto a Ana, su pequeña hija.
-Pero ¡qué bien! No sabes cuánto me alegra oír eso… costó tanto conseguir los fondos para la ejecución, que ya era hora que diera sus cosechas.- Dijo cristina entusiasmada mientras metía la cuchara llena de ravioles en la boca de Ana.
- Sí. Estaba pensando que  podríamos ir los tres y nos quedamos hasta el domingo. ¿qué te parece?- Propuso con optimismo – Llevamos a la señora Hilda para que vea a Anita y así nos arrancamos a regalonear por ahí- Añadió sonriente.
-¡Ay! Pero el viernes tengo reunión técnica en la revista y de seguro se extenderá. Pero yo tomo el primer vuelo el sábado y los encuentro allá-
-¡Perfecto!- Exclamó Antonio.

La reunión en la revista resultó bastante extensa, Cristina aprovechando su noche “libre” resolvió ir con sus compañeras a beber un trago y ponerse al día de las novedades amorosas de Pilar y relajarse de la semana agotadora. Una vez en casa, realizó todo lo necesario para salir temprano la mañana siguiente a Mar del Plata.
-No lo hagas Cristina, ¡no lo hagas!-  Despertó de golpe, asustada. Se levantó por un vaso de leche y sonó el teléfono. El mundo se le cayó a pedazos, estaba adormecida y las horas pasaron volando hasta que tomó su vuelo. Allí la esperaba la policía como habían acordado en la conversación telefónica.

-Aún es materia de investigación, señora Robles. Es una gran pena para mí tener que haberle comunicado esto. Fue un accidente automovilístico muy grande, aún bomberos y rescatistas trabajan en el lugar- Cristina ya no escuchaba lo que decía el oficial, una nube gris la rodeaba indeclinablemente, aún no lograba entender, aún ni siquiera podía llorar la situación. Firmó la documentación de rigor, papeleos y burocracia. Ya había pasado algunas horas y debía hospedarse en algún hotel, avisar a familiares. La noche era muy oscura, llovía y parecía que lloviese tristeza, no quedaban cigarrillos y el café a media taza se enfriaba. Se levantó fuera de sí, en una explosión de llanto, el aire le enfriaba el rostro empapado al abrir la ventana corrediza, la ciudad se veía como nunca tan desolada desde arriba. Todo se volvía tan lúgubre. La lluvia la mojó por largos minutos en el balcón, no sentía el viento frío magullándola, subió la baranda y abrió los brazos, no quería más, no estaba dispuesta a vivir aquello, divagaba en sus pensamientos, y cada vez el desconsuelo la angustiaba más, era botar por los ojos, la nariz y la boca todo lo que tenía en el pecho. -No lo hagas Cristina, ¡no lo hagas!- y la imagen del mendigo se vino a su mente, podía detenerse en cada arruga del rostro, en cada caracha que deja la vida en la calle, mientras a la distancia sentía la súplica del veterano. Lograba ver sus ojos azules, iguales a los de Antonio, percibía el olor desagradable de aquel hombre y sintió, con la misma fuerza de aquel día el apriete en sus hombros que la empujaban violentamente hacia adentro de la habitación. Cristina lloraba sin incorporarse de la caída, avanzaba la hora y sin darse cuenta caía en un sueño leve y volvía a despertar llorando. La mañana siguiente fue calma y soleada, ya no quedaban lágrimas, ya no había cansancio era solo adormecimiento y confusión. Caminó lentamente hasta la estación de policía donde debía presentarse para acudir al centro médico y hacer la documentación.
- Intentamos localizarla, señora Robles. En el proceso de identificación de los cadáveres sólo pudimos establecer la presencia de don Antonio Mora Ceballos, que correspondería a su esposo, pero se descartó la presencia de la menor y la adulta que usted declaró partícipes del viaje realizado por el señor Mora. Habrá que confiar que las otras dos personas estén en algún otro lugar. ¿Dónde cree usted que podrían encontrarse?-
Cristina, sintió latir nuevamente su corazón. 

4/16/2011



-Manuel ¿No has pensado en quizás hacer otras cosas, no sé… probar con algo nuevo?- Pregunté temeroso de su reacción. Era la quinta vez que nos rechazaban la exposición de sus cuadros.
-Sí, puede ser… pero te aseguro que soy peor en cualquier otra cosa que no sea pintar- contestó con la mirada fija en el café – Necesito perfeccionar el trazo, la tensión dinámica… veré cómo lo soluciono-.
Se encerró y retocó los doce cuadros una y otra vez. Durante los nueve días vivió del café y la trementina, estaba ensimismado. Lo observaba desde la puerta del taller trabajar, concentrado, maravillado, como si el fracaso permanente no le importase.
Cierta mañana me entregó las fotografías de los cuadros retocados y otros que había sumado para que tratase de conseguirle exponer en la galería “Matta”. Acepté por compasión, quería tanto que hiciera de él un gran artista, hice un par de llamados, me reuní con amigos, sin embargo la negativa era constante, no había nada qué hacer, ni en la galería “Matta” ni en ningún otro lugar. Rehuía aceptar la falta de talento de Manuel, quizás la amistad perjudicaba mi agudo ojo crítico representando pintores.
-¿Cómo te fue?- preguntó al observarme.
-Lo están evaluando, hay muchas actividades estos meses- mentí. Noté su mirada decepcionada.
 – Pero alguien quiere comprar algunos- comenté mientras me quitaba el ambo sin mirarlo a la cara.
- No están en venta- sentenció. – vamos a exponerlos en la calle, conseguimos los permisos municipales y montamos en la plaza- dijo como tren a vapor, con las expectativas in crescendo.

La algarabía del momento me desconcertó. - Pero qué bonito, mijito- señalaba la anciana de azul. Los niños se sonrojaban y reían nerviosos frente al desnudo. – ¿Dónde está el artista, dónde está el pintor?- preguntaba al aire tambaleante un ebrio. Aficionados críticos, pintores callejeros, todos opinaban, Manuel estaba contento, daba explicaciones, comentaba con uno y con otro. Yo me senté satisfecho de ver el sueño de Manuel cumplido, junto a mí, el señor que vendía anticuchos me regaló uno. -Están buenos los cuadros artísticos, deberían hacer estas actividades más seguido- comentó.


Cuando sugirió que me dedicase a otra cosa sentí que todas sus ilusiones se desmoronaban. Para él era tan importante llevar los cuadros a ciertas esferas sociales. Tanto tiempo invertido en mí y no lograba ver ni un fruto, pero efectivamente no sé hacer nada más que pintar, no sé si soy bueno o no, lo que sé es que lo disfruto, me llena el alma. No me interesaba exponer en esas galerías de gente refinada, con el conocimiento y el poder. Pensarán que con su dinero pueden determinar qué pintor es bueno y malo. ¿Cómo se juzgan las emociones? Debía conseguir esa exposición por él, es su trabajo, todo su esfuerzo no puede ser en vano. Prometí mejorar los cuadros, darle el tecnicismo que ellos buscaban, mal que mal lo había hecho tantas veces en la escuela de arte, me incomodaba pero estaba tan obsesionado con hacer de mis cuadros un éxito que trate de hacer lo que pude. Me encerré días enteros a trabajar, había tenido algunas ideas y necesitaba plasmarlas con prontitud, había olvidado retocar los cuadros, pese a que los tenía en  el atril de trabajo, pero ya no era tiempo, los fotografié y le propuse que expusiéramos en el espacio Matta, ahí era posible que atendieran lo que yo buscaba.
Cuando lo vi llegar inmediatamente sentí que no había resultado, vi la decepción en su rostro y me conmovió aún más cuando quiso comprar él mis trabajos. ¡Cómo me amaba mi amigo! Si quería exponer, íbamos a hacerlo. – Vamos a exponerlos en la calle, conseguimos los permisos municipales y montamos en la plaza- dije, motivándolo a por fin concretar sus sueños, él quería para mí lo que había hecho por tantos.
Aquel día lo vi pleno, yo también estaba feliz, finalmente encontré lo que buscaba, lograr esa sensación, esa reacción y estoy seguro que en ninguna galería tendría mejor recibimiento que de la gente sencilla, que se deja llevar por lo realmente siente al ver una pieza de arte. Joaquín observaba todo con atención, se sentó en una banca a contemplar su sueño cumplido mientras comía de buena gana. Ya podíamos descansar.

Ddededo

2/24/2011


Me pregunto dónde hay poesía, mientras mi mente se limita a pensar en la cotidianeidad. El trabajo, los amigos, no hay tiempo para pensar en su dolor. Alguien hablo de trascendencia, yo leo un titular sanguinario. En el obituario no aparece la publicación de la muerte social.
¿Dónde está el canto? Camino la calle sin oír tu silbar. El tren no transporta aquella magia. Percibo dinero, negocios y retribuciones. Porto una corbata.
Imagino mañanas cálidas, con lecturas y jugo de naranja. Salgo a la calle. No noto el cordón montañoso, pukará del desierto, me apremia el reloj.
Hay niños, hay risas y hay juegos; las aulas están tristes. Yo me sumerjo en documentos y burocracia curricular. Es educación moderna.
Me incomoda el frío, el viento y la soledad. El cielo impetuoso, agujereado de luces pretendiendo ser constelaciones, es testigo de la ausencia de toda profundidad artística.
Asisto al teatro, pague ocho mil pesos, aunque no lo logro escuchar.


Ddededo.

12/29/2010



Dulce siniestra

A veces soy así,
a veces estoy para ti.

En ocasiones me vuelvo aquel,
comprometido y ansioso,
la luz, la puerta y el mar.

Soy ése que añoraste para amar,
para llorarlo de no saber cuánto más.

A veces, porque en otras,
me pierdo en la más lúgubre e inacabable
soledad dulce y siniestra.

Pues entonces soy el tirano,
inubicable ser, dormido, anestesiado,
abstraído.
Pues entonces, he aquí tu desconocido.

No sufras,
que no estoy aquí.
No llores,
que de lo más distante te veo venir.

Sueña y desaparece,
no seas de hoy, se de siempre.


***

7/22/2010

Francisca, te amo.

Pensaba en Francisca mientras caminaba por aquel sendero de la finca Abaroa. Había llegado ya hace un tiempo a Calama en busca de trabajo y aunque con el dolor de dejar atrás a su pequeña familia, se sentía acogido en esta tierra. Habían sido meses de ahorro, cansancio y soledad, pero rebosantes de esperanza.

No culminaba el atardecer y anhelaba que se estuviera ya leyendo en el sur su última carta, enterándose su amor de cuánto le extrañaba. Escribía de pasear juntos por Pablo Neruda, disfrutar del Loa, conocer Chiuchiu; confesábale la necesidad de besarla bajo la inmensidad de la noche fría y estrellada, ver los primeros pasos de Constanza, sentados en el parque José Saavedra.

-Francisca, por fin llegó el día, te vienes conmigo. Te amo.- Sonrió ella, al leer.







-



2/23/2010


Las letras avanzan presurosas buscando ocultarse de la pluma frívola de la escritura sin sentido. Aquella que me dormía sin atajo, sin freno. Anestesiado y ausente me permití beber de un café letrado con sabor a autenticidad, que no causó otro efecto que dejarme ir de verso en verso, hasta caer en ti, conciencia mía, apartándome de lo banal que de a poco me dormía. Y no fue, sino hasta que tomé el lápiz y un papel cualquiera, que comprendí lo necesario de sentir para para plasmar en un par de letras, abrir los ojos del alma y percibir, entregándose a ese instante dejando fluir esos espasmos de desahogo, de llanto frustrado, de melancolía absurda o justificada, quizás un poco de efímera felicidad. ¿Dónde estás amor, dónde estás? Me pregunto sin voz, es difícil imaginar cómo seguir una vez abiertos los ojos, al parecer con los años, la vida simplona es lo que deseábamos. Yo soy un escritor de porquerías, porquerías que me han dado materialidad y poder, porquerías que han dado momentos intensos y fascinantes a mis lectores pero desgano, agonía y sequedad a mi esencia, necesito escribir de mí, de mis miedos y razones, necesito hacerlo por fin para mí, también para ti, por todo lo que no lo hice, por todo lo que no te besé y escribir de una vez la tristeza mía de no haber estado ahí, tomando tu mano mientras el dolor con él te llevaba.

2/04/2010


Aprendí a ser formal y cortés
cortándome el pelo una vez por mes
y se me aplazó la formalidad,
es que nunca me gustó la sociedad.

Viento del sur, lluvia de abril,
quiero saber dónde debo ir.
No quiero estar sin poder crecer
aprendiendo las lecciones para ser.

Y tuve muchos maestros de que aprender,
solo conocían su ciencia y el deber,
nadie se animó a decir una verdad,
siempre el miedo fue tonto.
Y el tiempo traerá alguna mujer,
una casa pobre, años de aprender
como compartir un tiempo de paz,
nuestro hijo traerá todo lo demás.

El traerá nuevas respuestas para dar.