El invierno cala profundo el corazón, el optimismo ya casi se congela, quizás es la temporada, quizás se adelanta la primavera de luto en mi vida, quizás no es nada.
El despertar es el mismo, el acostar mas reflexivo, las conductas riesgosas se acrecientan, los malos hábitos desaparecen de a pequeñas cantidades. Los ojos duelen, las manos, pero sobre todo, el alma. Los malos pensamientos comienzan sus pequeños brotes en el espacio fértil de mi mente, de mis acciones, las combato pero no por mucho tiempo, la rabia congela las calidas escasas palabras que me quedan, no hay despedidas, no habrán reencuentros, ya acabarán las aclaraciones, no hay nicotina, solo alcohol, pero del mas fuerte, alcohol de calidad, alcohol que empapa los eventos, martini en este caso triste, en esta ultima cena, en este última canción.
Las manos tiemblan como de costumbre, pero a esta altura ya me abstraigo del cuerpo y su función, sin drogas solo con la partitura del final, del rito de caducidad. Las miradas siguen por primera vez atentas mis pasos, pero es tarde ya no me importan, las prioridades en sus vidas fueron otras, la gente ve lo que quiere ver, comentario subjetivo por que yo soy subjetivo. Tomo mi guitarra, paradójicamente la rapsodia escrita en la partitura comienza en si, el mismo de John Lennon y el mismo que aprueba mi decisión, la gente mira sin decir nada, van las notas surgiendo entre lagrimas de una guitarra antigua, tizona de madera, las fusas, corcheas y subacordes marcan el fin a esta historia tragicómica, agridulce, poética mal escrita composición literaria que es la vida, la musa cae y yo con ella.